jueves, 3 de febrero de 2022

La Regenta

¿CÓMO SE INTRODUCEN LAS PALABRAS DE UN PERSONAJE?


ESTILO DIRECTO:

Definición:

Gráficamente el estilo directo se distingue por los guiones que preceden a la intervención de cada interlocutor; cuando se trata de una intervención breve suele entrecomillarse. Tanto en uno como en otro caso pueden aparecer los dos puntos después del verbo de habla en posición inicial.

Ejemplo:

Patricia dijo: "¡Me encanta leer! Es como si así pudiera entrar en otro mundo".



ESTILO INDIRECTO:

Definición:

En este caso son las palabras del narrador –y no las del personaje- las que se reproducen. Lo que dijo o pensó el personaje es contado por el narrador. Como en el estilo directo también hay verbos de habla que introducen las palabras del personaje.

Ejemplo:

Patricia decía que le encantaba leer ya que era como si entrara en otro mundo.


EL ESTILO INDIRECTO LIBRE


Definición:


El narrador no aclara que las palabras que está reproduciendo le pertenecen a un personaje. Puede parecer que son palabras del narrador, pero en realidad es como si este se hubiera sumergido dentro de la mente del personaje y nos transcribiese sus pensamientos. 

    Esto se debe, fundamentalmente, al hecho de que, en el discurso indirecto        libre, no se utilizan marcas gráficas (guiones para introducir cada                        intervención, comillas, verbos como "preguntó", "anunció", "comentó"...)
    para indicar que se trata de palabras de un personaje.   

    Ejemplo:

Patricia se quedó embobada contemplando el escaparate de la librería. Cómo le gustaba leer. Era como si entrara en otro mundo y escapara de su monótona realidad. Ojalá pudiera sisarle algo de las vueltas de los recados a su madre. Qué rácana era. ¡Nunca le daba dinero para libros! Con esa anticuada idea de que las mujeres decentes no deben leer más que los libros que se llevan a misa. ¡Si ella no quería ser monja! Quería viajar, conocer mundo, aprender...¡Quería vivir! A ver de qué le serviría a ella la honra si un día se iba a morir de aburrimiento en aquella sucesión de horas sin sentido que era la vida en el internado. Se alejó del escaparate con desgana, como se separa alguien de un amor que pudo ser pero se quedó en la nada. Todas estas ideas le habían producido tal tristeza, que antes de regresar a casa, se sentó unos instantes en el banco de la plaza a llorar en silencio.


1. Al principio del texto leemos las palabras del narrador, ¿cuándo comienza el estilo indirecto? 

2. ¿Podríamos hablar de la presencia de monólogo interior en el texto? Justifica tu respuesta.

3. ¿Dónde acaba el monólogo interior y aparece de nuevo la presencia del narrador?

             

                                   RESUMEN de La Regenta

La obra comienza en Vetusta (una ciudad ficticia que es relacionada de forma alegórica con Oviedo y que se representa como inculta, conservadora e hipócrita), donde reside Ana Ozores, joven y hermosa, la cual ha quedado huérfana, motivo por el que unas tías la han casado por interés con Víctor Quintanar. 

El marido de Ana regenta la Audiencia, y es de ahí de donde viene el nombre de La Regenta. Siendo su marido mucho más mayor que ella, Ana se siente sola y aburrida, comprobando al poco tiempo que su relación con Don Víctor no va a pasar más allá de la pura amistad.

Para escapar de la monotonía de la vida en Vetusta, mientras que Víctor es aficionado a la caza y se ausenta durante largos periodos, Ana comienza a frecuentar la iglesia de la ciudad y acercarse más a la religión en busca de consuelo para su tristeza. Durante muchos meses, la sociedad de Vetusta la espía esperando que la vida tan aburrida y sin amor que lleva una chica tan joven, la haga "perder su honra" cometiendo algún tipo de infidelidad por inocente que fuera. Pero Ana se ha refugiado en la religión. Quiere ser santa y no hace otra cosa que rezar y acudir a la iglesia. Allí es atendida por Fermín De Pas, un joven sacerdote que acaba de llegar a Vetusta y que se convierte en su confesor. Progresivamente, el sacerdote y Ana comienzan a sentirse atraídos.

A pesar de los sentimientos que flotaban entre Ana y Fermín, ella sigue frecuentando la iglesia para confesarse, sintiéndose muy a gusto con él. Esto va provocando una serie de rumores por el pueblo sobre ellos dos.

Cuando Ana le confiesa a Fermín De Pas que un hay un joven seductor que la está cortejando, el sacerdote monta en cólera, por lo que Ana comprende que no está actuando de manera recta con ella y abandona a su confesor. Álvaro Mesía (el joven que la ronda a escondidas y que en realidad, no la ama, solo pretende conquistarla por satisfacer su vanidad), aprovecha este momento de debilidad de Ana, que tiene relaciones con él creyendo que Álvaro la quiere y que tenía razón al tratar de separarla del sacerdote.

El sacerdote se entera de la relación adúltera de Ana y loco de celos, se lo confiesa a su marido. A pesar de que ignoraba a su esposa, llevado por el miedo al qué dirán si "no limpia su honor", Víctor se enfrenta en un duelo a muerte con Álvaro, el cual acaba con la muerte del esposo de Ana y Álvaro huyendo cobardemente de la ciudad asustado por las represalias.

Ana acaba encerrada en casa enferma de vergüenza, de tristeza y de soledad. Despreciada por todos, decide buscar el consuelo de Fermín. Desesperada, acude a la iglesia pero al comprobar que el sacerdote también la rechaza, se desmaya. Un monaguillo que la ve sin sentido en el suelo, se lanza sobre ella para abusar de Ana que despierta horrorizada de su inconsciencia.


Curiosidades: la vigencia de los clásicos

La obra de Leopoldo Alas ha sido adaptada en varios ocasiones al cine y a la televisión.



Se ha hecho incluso un musical, del que te recojo una presentación: ¡Haz clic!

Y para que compruebes la vigencia de los clásicos, un ilustrador de cómics ha creado una portada transformando a la protagonista de "Clarín" en una superheroína decimonónica al más puro estilo Marvel. (Para leer la noticia, ¡haz clic!).




LEAMOS EL COMIENZO DE LA NOVELA

La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas (...).

Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zumbido de la campana de coro, que retumbaba allá en lo alto de la esbelta torre en la Santa Basílica. 

Vamos a identificar rasgos del Naturalismo en el fragmento leído.



¡TRABAJAMOS EL TEXTO!

Lee con atención el siguiente texto y, a continuación, responde a las preguntas formuladas. En el fragmento vemos a Ana asomada al balcón de su casa, terriblemente sola y aburrida, cuando aparece un joven (don Álvaro Mesía) que lleva un tiempo intentando conquistarla sin que ella diera ninguna muestra de interés (como correspondía a una mujer casada). 

Ana vio aparecer debajo del arco de la calle del Pan, (...) la arrogante figura de don Álvaro Mesía, jinete en soberbio caballo blanco, de reluciente piel, crin abundante y ondeada, cuello grueso, poderosa cerviz, cola larga y espesa. Era el animal de pura raza española, y el jinete lo hacía piafar, caracolear, revolverse, con gran maestría de la mano y la espuela (...). 

El estrépito de los cascos del animal sobre las piedras, sus graciosos movimientos, la hermosa figura del jinete llenaron la plaza de repente de vida y alegría, y la Regenta sintió un soplo de frescura en el alma. ¡Qué a tiempo aparecía el galán! Algo sospechó él de tal oportunidad al ver en los ojos y en los labios de Ana, dulce, franca y persistente sonrisa.


No le negó la delicia de anegarse en su mirada, y no trató de ocultar el efecto que en ella producía la de don Álvaro. Hablaron del caballo, del cementerio, de la tristeza del día, de la necedad de aburrirse todos de común acuerdo, de lo inhabitable que era Vetusta. Ana estaba locuaz, hasta se atrevió a decir lisonjas, que si directamente iban con el caballo también comprendían al jinete.


Don Álvaro estaba pasmado (...), hubiese creído llegada la ocasión de dar el ataque personal, como llamaba al más brutal y ejecutivo. Pero ni siquiera se atrevió a intentar acercarse, lo cual hubiera sido en todo caso muy difícil, pues no había donde dejar el caballo en la plaza. Lo que hacía era aproximarse lo más que podía al balcón, ponerse en pie sobre los estribos, estirar el cuello y hablar bajo para que ella tuviese que inclinarse sobre la barandilla si quería oírle, que sí quería aquella tarde. (...)

Ana se sentía caer en un pozo, según ahondaba, ahondaba en los ojos de aquel hombre que tenía allí debajo; le parecía que toda la sangre se le subía a la cabeza, que las ideas se mezclaban y confundían, que las nociones morales se deslucían, que los resortes de la voluntad se aflojaban; y viendo como veía un peligro, y desde luego una imprudencia en hablar así con don Álvaro, en mirarle con deleite que no se ocultaba, en alabarle y abrirle el arca secreta de los deseos y los gustos, no se arrepentía de nada de esto, y se dejaba resbalar, gozándose en caer, como si aquel placer fuese una venganza de antiguas injusticias sociales (...), y sobre todo de la estupidez vetustense que condenaba toda vida que no fuese la monótona, sosa y necia de los insípidos vecinos de la Encimada y la Colonia.... 

Ana sentía deshacerse el hielo, humedecerse la aridez (...) era un relajamiento, algo que (...) causaba en las entrañas placer, como un soplo fresco que recorriese las venas y la médula de los huesos.


«Si este hombre no viniese a caballo, y pudiera subir, y se arrojara a mis pies, en este instante me vencía, me vencía». Pensaba esto y casi lo decía con los ojos. Se le secaba la boca y pasaba la lengua por los labios. Y como si al caballo le hiciese cosquillas aquel gesto de la señora del balcón, saltaba y azotaba las piedras con el hierro; mientras las miradas del jinete eran cohetes que se encaramaban a la barandilla en que descansaba el pecho fuerte y bien torneado de la Regenta.


ACTIVIDADES

1. Resume el texto en cuatro o cinco líneas.

2. Identifica en los tres primeros párrafos el uso en un momento en concreto de la técnica narrativa del estilo indirecto libre (la introducción en medio de un fragmento narrativo de las palabras literales que está pensando un personaje, pero sin ninguna aclaración de que no se trata de palabras del narrador). ¿Por qué crees que la ha usado el autor?

3. ¿De qué tipo es el narrador? Justifica tu decisión aportando algún ejemplo del texto.

4. ¿Qué aspectos del contenido del fragmento leído crees que se podrían relacionar con el Naturalismo?



Si quieres leer la obra completa, puedes hacerlo en esta página: ¡Haz clic!

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