jueves, 10 de octubre de 2019

¿Cómo hacer un buen resumen?

Vamos a comenzar leyendo unos consejos para realizar un buen resumen y poder identificar correctamente la intención de un texto: ¡Haz clic! (Ver> Iniciar presentación).

Si crees que te vendría bien algún consejo más, aquí van estos del profesor Antonio Viñuales: ¡Haz clic!




¡AHORA TÚ!

1. Vamos a leer un artículo periodístico y a realizar actividades para practicar lo aprendido: ¡Haz clic! 

2. Ahora trata de determinar la intención con la que se escribieron estos dos breves relatos pertenecientes a El libro de los abrazos del estupendo escritor uruguayo Eduardo Galeano:

TEXTO 1

Sixto Martínez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla.
En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. Junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía porqué se hacía la guardia del banquito. La guardia se hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Si así se había hecho, por algo sería.
Y así siguió siendo hasta que alguien, no sé que general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho hurgar, se supo. Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre pintura fresca. 

TEXTO 2

Pedro Algorta, abogado, me mostró el gordo expediente del asesinato de dos mujeres. El doble crimen había sido a cuchillo, a fines de 1982, en un suburbio de Montevideo. La acusada, Alma Di Agosto, había confesado. Llevaba presa más de un año y parecía condenada a pudrirse de por vida en la cárcel.

Según es costumbre (en las dictaduras), los policías la habían violado y la habían torturado. Al cabo de un mes de continuas palizas, le habían arrancado varias confesiones. Las confesiones de Alma Di Agosto no se parecían mucho entre sí, como si ella hubiera cometido el asesinato de muy diversas maneras. En cada confesión había personajes diferentes, pintorescos fantasmas sin nombre ni domicilio, porque la *picana eléctrica  (*un instrumento de tortura) convierte a cualquiera en fecundo novelista; y en todos los casos la autora demostraba tener la agilidad de una atleta olímpica, los músculos de una fuerzuda de feria y la destreza de una matadora profesional. Pero lo que más sorprendía era el lujo de detalles: en cada confesión, la acusada describía con precisión milimétrica ropas, gestos, escenarios, situaciones, objetos...

Alma Di Agosto era ciega.

Sus vecinos, que la conocían y la querían, estaban convencidos de que ella era culpable:
- ¿Por qué? - preguntó el abogado.
- Porque lo dicen los diarios.
- Pero los diarios mienten -dijo el abogado.
- Es que también lo dice la radio -explicaron los vecinos-. ¡Y la tele!

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