jueves, 2 de mayo de 2013

Características del Romanticismo

Antes de analizar el famoso cuadro de Francisco Pradilla titulado Doña Juana la Localeamos para comprender la escena retratada:


Juana I de Castilla, llamada «la Loca» (1479 - 1555), fue reina de Castilla de y de Aragón y Navarra, si bien  a partir de 1509 no ejerció ningún poder porque  vivió encerrada  primero por orden de su padre, Fernando el Católico, y después por orden de su hijo, el rey Carlos I.

Desde niña, Juana había mostrado un carácter muy extremo. Con el paso de los años, ese extremismo complicado por los celos que le originaba su matrimonio, llegó a producirle graves alteraciones psicológicas de esquizofrenia paranoide. 

Padilla retrata un instante del episodio más difundido de la vida de la Reina, como fue un descanso en el lóbrego y errante traslado del cuerpo de su esposo Felipe, fallecido en Burgos en septiembre de 1506, a la ciudad de Granada.

Tras la muerte de su esposo, del que Juana estaba profundamente enamorada, los trastornos se hicieron más notorios y duraderos. Cuentan, que la Reina estuvo presente mientras embalsamaron el cuerpo, no permitiendo en ningún momento la presencia de mujeres junto al ataúd. Tampoco consintió que lo enterraran  y ordenó que trasladaran el cadáver a la Cartuja de Miraflores por ser un monasterio sólo de hombres y allí, en una sala privada, lo visitaba frecuentemente abriendo el féretro con una llave que llevaba siempre colgada del cuello.

El 20 de diciembre de 1506, tres meses después del fallecimiento, doña Juana accedió a trasladar el cuerpo de su esposo de Burgos hasta la ciudad de Granada, para ser enterrado junto a su madre Isabel, en el Panteón Real de la Catedral. Ella personalmente acompañó el cortejo fúnebre compuesto únicamente por frailes, media docena de criadas ancianas, que debían ir siempre alejadas del féretro, los porteadores y soldados fuertemente armados, que evitaban que ninguna mujer de los pueblos o aldeas por los que atravesaban pudiera acercarse al ataúd.

Hacía marchas muy cortas, viajando solamente de noche a la luz de las antorchas que portaban los soldados. Se detenían al amanecer para descansar en algún pueblo y en su iglesia se introducía el féretro de don Felipe, al que durante todo el día se le decían misas, celebrando una y otra vez el oficio de difuntos. La propia Juana viajaba en carruaje y, a veces, a caballo para poder acercarse hasta el cadáver que era trasportado en andas, y cuyos portadores eran relevados con frecuencia debido al hedor insoportable que, por motivo de un mal embalsamamiento, despedía el cuerpo. En una de las paradas habituales, al clarear el día, se introdujo el cadáver en un monasterio del lugar. Al percatarse la reina de que se trataba de un claustro de monjas, ordenó inmediatamente que se sacara el féretro de allí y se acampara en pleno campo. 

Este es el momento que idealiza Francisco Pradilla en la célebre obra romántica: “Doña Juana la Loca”, que se puede contemplar en el Museo de El Prado.





CONTESTA:

¿Qué características absolutamente románticas ves reflejadas en el cuadro de Francisco Pradilla? (Consulta también los temas).

Para que compruebes cómo la Historia nos ha llegado a veces tergiversada por aquellos que se salieron con la suya, aquí tienes una relectura de la biografía de Juana la Loca: ¡Haz clic! Observa cómo el retrato que nos ha llegado de ella a través de los siglos tiene muchos ingredientes en común con el que la Historia que aparece en los libros suele retratar a las mujeres (desequilibradas, emocionales, poco prácticas, con un papel irrelevante para el devenir de la sociedad...).

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